"Santa Maria" de la Brigada Ramona Parra

domingo, 12 de junio de 2011

La Imperial


Luego de algunos desvíos en el camino llego a Temuco en marzo, nuevamente a mi “centro de operaciones” en la casa de mi hermanazo Raúl. Para este viaje tenía dos objetivos: conocer más de Mónica, la tejedora de Pillumallin y seguir los rastros de la autora de un trariwe que había visto en una exposición en Valdivia.

A Mónica la había conocido en el viaje de diciembre gracias a la asociación Rayen Folle. Esta asociación reúne a varias tejedoras de Nueva Imperial, ciudad que está a unos cuarenta minutos de Temuco hacia la costa. Se supone que el nombre de la antigua “Imperial” corresponde a que los españoles al llegar a la zona vieron que en las entradas de las rukas o casas mapuche había dibujos de águilas con dos cabezas al igual que en los escudos del Imperio Romano. La antigua Imperial fundada por los español quedó en ruinas hacia el 1600 y luego, refundada como Nueva Imperial alrededor de 1880.


(hacer click en cada imagen para ver en tamaño grande)

Mónica vive en Pillumallin, a treinta minutos de Nueva Imperial hacia el sur. Digo treinta pero puede ser una hora también dependiendo del ánimo del único chofer de micro que parte a las 4 de la tarde desde Imperial y regresa al otro día bien temprano en la mañana. El camino es de tierra empantanada y la micro cruza algunos puentes de madera que deben haberse construido para que crucen los bueyes tirando carretas. Mónica me invitó a quedarme en su casa y como los miércoles no hay micro, me debía quedar allí de martes a jueves. Mónica reparte su tiempo entre los tejidos y las tareas del campo. Tenían en ese momento una buena cantidad de vacas con sus crías recién nacidas y en las tardes salíamos para guiarlas hacia sus corrales.


Al lado de la casa está el taller con varios de los witrales (telares) armados y rodeados de cantidad de lana en todas sus formas. De música ambiente Mónica tiene puesto todo el día el mismo cassette de Illpau y que, al habérselo encontrado en la basura, sólo sirve el lado A y el comienzo del B. Mi fanatismo por Illapu me permite salir al paso de tantos “bises”, y con gusto.

Mónica fue integrante de la Fundación Chol Chol y luego se alejó
para formar parte y ayudar a las tejedoras de la Rayen Folle. Ella no se reconoce como mapuche, es hija de criollos, aunque pasó mucho tiempo de su infancia con una viejita mapuche que le enseñó el telar. No sabe cómo explicar que, sin ser mapuche, sienta algún “llamado” desde los tejidos, como si algo de ella tuviera relación con el witral. Conoce bastante sobre mitos e historias mapuche y del tejido mucho más. Durante mucho tiempo tejió con varios símbolos que hoy no quiere repetir porque no concuerdan con la religión que hoy profesa. Sin embargo ella alienta a las demás tejedoras de la zona a que conozcan el verdadero significado de los símbolos que están tejiendo. Les enseña que algunos símbolos deben ser respetados y no usarse, por ejemplo, para piezas que luego irían en el suelo y se pisarían. La primera tarde y con mate de por medio, le comenté mi idea de conocer las historias de tejedoras mapuche y hablé de la posibilidad de recibir su ayuda para hacer mi trabajo sobre memoria y tejido a telar. Me habló de varias tejedoras antiguas de la zona, pero que según ella eran jodidas y seguramente no querrían hablar conmigo. Una de ellas teje la faja que yo andaba buscando desde hacía meses y vive en una zona cercana. Según Mónica junto con ella habían encontrado una faja antigua y la habían desarmado para estudiar cómo estaba hecha. Quise insistir un poco para conocerla pero no tuve mucha suerte. Me trajo una muestra de faja que había tejido hacía un tiempo, justamente es el tipo de tejido que lleva los símbolos que ya no quiere tejer.

Al otro día comenzamos el trabajo, Mónica quiere mostrarme el proceso del tejido desde cero. Comenzamos con el lavado de la lana tal cual queda después de esquilar las ovejas. Antiguamente o en épocas de verano la lana se debería lavar en un estero cercano a la zona. Para esta vez me tuve que conformar con el lavado en una carretilla y con un poco de jabón comprado en la ciudad. Para ablandar la mugre y que se salgan algunas garrapatas que hayan tenido las ovejas se mete la lana en un gran tacho con agua calentada al fuego fuerte y luego a apalearla otro buen rato. Cuando íbamos a pasar a teñir la lana llego una compradora de Santiago a llevar mercadería, pude presenciar toda la negociación. Todavía no puedo creer que Mónica le dejara todo fiado y a la espera de que esta mujer le hiciera un depósito al llegar a Santiago. Con la desconfianza de un citadino nunca pensé que la vendedora lo hiciera, luego supe que se depositó hasta el último peso.


Volví unos días a la casa de Raúl y Cecilia para descansar y organizar los días siguientes. Como era fin de semana tocaba salir de paseo con ellos, esta vez el destino era el lago “Caburga”. En el camino paramos en Villarica frente al volcán Villarrica. Llegamos al lago cuando empezaba a atardecer y sin pensarlo habíamos elegido la noche de la luna más grande de los últimos años. Mis novatos conocimientos de fotografía no me dejaron hacer algo mejor con ella.


En esos días en la casa de Raúl me propuse encontrar a la tejedora del Trariwe, Mercedes. Había copiado su nombre de la etiqueta de la exposición en Valdivia pero no sabía nada más. Después de meses hallé una tabla Excel en la web con su nombre y un fono, así de fácil. Le llamé, acordamos una visita y me sorprendió lo amable que fue. La gran casualidad era que vivía en una zona cercana a Mónica, por lo que debía volver a Imperial para llegar a su casa en Almagro. Resultó que Mercedes era la tejedora jodida de quien Mónica me había hablado. Pues nada que ver… Mercedes fue muy solidaria conmigo.

Cecilia fue mi acompañante y piloto a la casa de Mercedes, en ese camino comprendimos el significado que le dan en el campo al término “a la vueltecita nomas”. El dato que tenía era que debía llegar al “Puente Negro” y en nueva Imperial nos decía que estaba “a la vueltecita por ese camino”, esa vueltecita significaba como 30 km hacia el sur por camino de piedra.


Mercedes vive en una comunidad bien aislada. Al arribar y ver su taller sentí que había llegado a lo que quería. Una muestra de Trariwe perfecto colgaba de la pared. Le pregunté por ese tejido y me contó que le había enseñado su abuela y que, además, aprendió de una faja antigua que encontró en su casa: tal como me había contado Mónica. Quedamos de acuerdo en que volvería en mayo para ver cómo se tejía un trariwe. Mientras tanto me contó que también ella había dejado la fundación Chol Chol y que pensaba dejar las otras asociaciones por algunas molestias. Es que prefiere tratar directamente con los clientes pero no es fácil que lleguen hasta su casa. Nos despedimos con el compromiso de trabajar juntos en mayo.


Caminé mucho por Imperial en esos días… de las águilas bicéfalas ni la sombra. A falta de esos íconos arcanos, los templos evangélicos se levantan en cada cuadra y cualquier garaje hace de iglesia. Mientras escribo esto encontré de Galeano un escrito sobre esta misma Imperial “Y cuando hay guerra, que siempre la hay, la Virgen echa niebla para cegar a los indios y el apostol Santiago suma su lanza y su caballo blanco a las huestes de la conquista” (La Imperial, Memorias del Fuego I - Los Nacimientos). Nuevos santos, nuevas lanzas y la conquista se perpetúa...