Abandonado el blog durante meses, en cada

regreso pensé ponerlo al día, pero entre informes y presentaciones formales de cada viaje me perdí. Veremos si con este intento no pierdo el envión.
El segundo viaje fue durante unos veinte días entre fines de noviembre y diciembre. Comencé por Valdivia y entre algunas vueltas terminé en Temuco. Entre medio pasaron Niebla, Mehuin, Futrono, Montuelá y Cochahue.
En Niebla me recibieron Nadia y Vaco, veterinarios santiaguinos que se cansaron de la ciudad y se fueron a vivir a este pueblo a orillas del mar para trabajar en una escuelita rural y promover proyectos ecológicos. Mateada de por medio me contaron el por qué de su salida de Santiago y algunos sueños que los llevarían más lejos aún. Nadia junto con Diana (una ecuatoriana recolectora de historias mapuche aunque su cartón diga que es bióloga) me llevaron a Mehuín. Este pueblito costero de pescadores lleva tiempo luchando para que la papelera CELCO no derrame sus porquerías en su fuente de trabajo. Pocos quedan en lucha sobre la costa pero cerro arriba, de dónde nace una afluente del río una comunidad mapuche resiste con el apoyo de Nadia, Diana y un grupo de abogados de Valdivia.
Además de la papelera otra cosilla anda por ahí arrasando con el mundo mapuche. Ya en Lumaco me había llamado la atención que cada cuadra y media se levantara alguna iglesia evangélica, hasta el garaje de una casa funciona como ¿templo? No fue hasta que, en medio de un cerro en Mehuin, encontré una ruka (casa mapuche) convertida en iglesia de los últimos días y de los santos vaya uno a saber de qué cuando me percaté que la cosa va seria. Les dejo la imagen, me reservo mi impresión de cuando la vi.

En la mañana había conocido a Digna, una viejita tejedora que vive de lo que producen con su marido y un hijo mayor en su tierra. Teje sólo a telar mapuche, aprendió de madre tanto el tejido como el tratamiento de la lana. Trabaja con su propia lana y tiñe con pigmentos naturales. Teje para su familia y para turistas que visitan Mehuin durante el verano.

También lo suele hacer para una asociación que cada tanto pasan a retirar algún tejido que les “guste”. Me dice que teje sólo por gusto porque no se “halla” sin sus tejidos ni su telar.
De Niebla pasé a Valdivia, en realidad están a 15 min de camino. Allí conocí a otra tejedora quien según ella es una de las personas que ha rescatado muchas costumbres mapuche en Valdivia. Está a cargo de una organización mapuche que intenta rescatar distintas prácticas ancestrales además del tejido (comidas, agricultura, cosmología). Teje de manera tradicional pero adapta sus tejidos con miras al comercio. Dice conocer todo acerca del tejido tradicional pero lo amolda a los requerimientos del mercado. Sentadita frente a su telar me explica que el rombo que suele tejerse significa una familia caminando. Según ella ese caminar es el exilio frente a la usurpación y es tema recurrente en lo que teje. Se reconoce como mapuche, pero sólo desde los 20 años cuando se pegó la “cachada de que era mapuche”. Sus padres no lo se habían dicho y “algo” recibía de sus abuelos porque según ella “cuando niño uno no cacha, la vida es como te la dicen nomas”. Considera que el tejido fue lo único que recibió como enseñanza mapuche.

Unos días en Futrono gracias a Nancy y Jano para conocer varias tejedoras de esta zona más cordillerana. Dos mujeres de la Isla Huapi a quienes visitaría en enero y una excelente tejedora de la zona de Montuelá. Esta última aprendió de niña, se alejó de lo mapuche y del tejido, y ahora ha retomado con fuerza. Se le deja notar cierto pesar porque cree que el tejido tradicional mapuche se perderá, culpa por ello el hecho de que lo tradicional “no vende”. Ella cumple con los pedidos que le hace una vendedora de Santiago, quien le entrega las directivas de lo que quiere: diseños, colores, tipos de prenda. Para ello tiene que recurrir al uso de tinturas industriales y lana comprada o acrílica. Sus tejidos son hermosos… los suyos… no los de la vendedora.
Finalizando el viaje y una última

escala en Temuco, cercano a Navidad y con ganas ya de llegar a casa para estar con la familia. En Temuco tengo mi “centro de operaciones”, la casa de mi hermanazo Raúl. Aquí siempre aprovecho de recargar energías y una que otra cerveza sureña, de las que parecen jarabes y hacen crecer la “guata”.
Cercano a Temuco se encuentra Nueva Imperial aquí conocí una increíble tejedora, Aprendió de su abuela “postiza” que era mapuche. Ella no se reconoce como mapuche pero siente que hay algo en lo mapuche que la “llama”, sobre todo por medio del telar mapuche. Hasta el momento es la única tejedora de “Ñimin” (técnica ancestral increíblemente difícil) que había conocido.
Luego vendrán los viajes a Isla Huapi y más adelante el trabajo fuerte en Temuco y alrededores. Por ahora espero dedicarme las horitas para elegir fotos y palabras que se me perdieron en estos meses que no escribí y que por estos días (entre micros y buses) comienzan a dejarse ver….